Me indigna que una adolescente transexual en tratamiento psicológico que cuenta con la autorización de sus padres y de su médico para realizar un proceso de reasignación sexual tenga que pedir también permiso a un juez. Un juez no necesariamente experto en transexualidad y, probablemente, sin perspectiva de género. Puede que incluso le toque un juez con prejuicios transfobos.
Andaba yo pensando en estas cosas cuando me he encontrado con un reportaje asombrósamente impecable sobre el tema. Lo firma Emilio de Benito en EL PAÍS. La primera grata sorpresa es que habla de la transexual en femenino y le asigna un nombre de mujer, María. Es la primera vez que escucho en los medios referirse de ella de acuerdo al género en el que ha decidido vivir y no al sexo con el que nación. La segunda grata sorpresa es la diversidad de fuentes a las que acude, no sólo los habituales médicos, jueces y políticos, sino un buen número de colectivos pro derechos de las personas transexuales. La tercera y probablemente más inesperada sorpresa es que introduce el debate de la disforia de género: da voz a quienes exponen que la transexualidad no es una enfermedad.
Sin más, os invito a leerlo:
Jueces metidos a médicos
Emilio de Benito
Un juez tiene en sus manos facilitar o retrasar que María, de 16 años, haga una vida normal. La joven transexual (nombre supuesto) ha estado durante el último año y medio hormonándose para tener el cuerpo de mujer con el que se identifica. Seguramente viste y se comporta como la chica que siente que es, aunque ello le ha costado cambiar de centro escolar y un rechazo que le ha llevado a intentar suicidarse. Ahora ha pedido autorización para ir más allá y operarse para modificar los rasgos masculinos con los que nació. Su familia y su médico están de acuerdo. Pero eso no basta.
La imagen es de Guerrilla Travolaka
Andaba yo pensando en estas cosas cuando me he encontrado con un reportaje asombrósamente impecable sobre el tema. Lo firma Emilio de Benito en EL PAÍS. La primera grata sorpresa es que habla de la transexual en femenino y le asigna un nombre de mujer, María. Es la primera vez que escucho en los medios referirse de ella de acuerdo al género en el que ha decidido vivir y no al sexo con el que nación. La segunda grata sorpresa es la diversidad de fuentes a las que acude, no sólo los habituales médicos, jueces y políticos, sino un buen número de colectivos pro derechos de las personas transexuales. La tercera y probablemente más inesperada sorpresa es que introduce el debate de la disforia de género: da voz a quienes exponen que la transexualidad no es una enfermedad.
Sin más, os invito a leerlo:
Jueces metidos a médicos
Emilio de Benito
Un juez tiene en sus manos facilitar o retrasar que María, de 16 años, haga una vida normal. La joven transexual (nombre supuesto) ha estado durante el último año y medio hormonándose para tener el cuerpo de mujer con el que se identifica. Seguramente viste y se comporta como la chica que siente que es, aunque ello le ha costado cambiar de centro escolar y un rechazo que le ha llevado a intentar suicidarse. Ahora ha pedido autorización para ir más allá y operarse para modificar los rasgos masculinos con los que nació. Su familia y su médico están de acuerdo. Pero eso no basta.
La imagen es de Guerrilla Travolaka
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